Por qué comer algas puede ser beneficioso para el microbioma intestinal

miércoles 25-agosto-2021

La palabra "alga" es un término genérico que engloba a las algas pardas, rojas y verdes que crecen junto a las costas de varios países [1]. Existen entre unas 25000 y 30000 especies diferentes de algas, con una gran diversidad de formas y tamaños [2]. Algunos ejemplos conocidos de algas pardas son el kelp (kombu), el wakame y el espagueti de mar (Himanthalia elongata). Entre las algas rojas se encuentran el dulse y el nori. La lechuga de mar es un tipo de alga verde.

En los países asiáticos es habitual comer algas desde hace siglos [3]. En los países occidentales ese todavía no es el caso. Si se observa la composición de las diferentes algas marinas y sus posibles efectos sobre la salud (intestinal), esto resulta cuanto menos notable. Veamos, pues, por qué la mayoría de personas deberían incluir las algas en su dieta.

 

Las algas son ricas en proteínas

Las algas son una buena fuente de proteínas. Las algas rojas son las que más destacan en este sentido, con un contenido proteico de hasta un 47 % de su peso en seco [4]. Las algas verdes contienen una cantidad moderada de proteínas (9-26 %), y las algas pardas son las que tienen una menor proporción (3-15 %) respecto a su peso en seco. Cabe señalar que estas cantidades pueden variar en función de la subespecie de alga y el momento de cosecha [5]. Para complementar la ingesta de proteínas, lo mejor es comer dulse o nori, las algas rojas más conocidas.

 

Las algas son una buena fuente de fibra

Además de proteínas, las diferentes algas también contienen grandes cantidades de fibra. Según la especie de alga, entre un 25 y un 75 % de su peso en seco consiste en fibras, la mayor parte de ellas (50-85 %) son solubles en agua [3]. Un tipo de fibra importante presente en las algas son los polisacáridos. Como prebiótico, este tipo de fibra es beneficioso para modular el microbioma intestinal, por lo que puede favorecer una buena salud [6].

Distintas algas tienen distintos tipos de polisacáridos. Las algas pardas contienen principalmente celulosa, alginina, fucoidán, sargasano y laminarina, mientras que las algas rojas contienen sobre todo agar, carragenano, xilano, galactanos sulfatados, almidón y porfirina. Las algas verdes están formadas fundamentalmente por polisacáridos compuestos de ramnosa, xilosa, glucosa, ácido glucurónico, sulfatos y cantidades limitadas de manosa, arabinosa y galactosa [7]. De manera que todas las algas son apropiadas como fuente de fibra.

 

Las algas también contienen (mucho) yodo

Las algas no solo son un alimento interesante por sus proteínas y fibras. La presencia de yodo en las algas también puede constituir un complemento muy bienvenido para la dieta. Lo importante es ser consciente de que las algas contienen una gran proporción de yodo. Por ejemplo, el alga nori contiene aproximadamente 29,3-45,8 mg de yodo por kilo, el wakame 93,9-185,1 mg por kilo y el kombu incluso 241-4921 mg por kilo [8]. Una ingesta excesiva de yodo puede provocar hipertiroidismo (un funcionamiento demasiado rápido de la glándula tiroides). Por tanto, lo ideal es consumir con moderación los alimentos ricos en yodo para evitar una ingesta excesiva y, con ello, una glándula tiroides hiperactiva. A la hora de elegir alimentos ricos en yodo, dentro del grupo de las algas se recomienda más el nori que el kombu.

 

Las algas refuerzan la salud

Un gran número de investigaciones científicas llevadas a cabo en las últimas décadas muestran que las algas ofrecen un amplio abanico de propiedades beneficiosas para la salud de las personas. Por ejemplo, el consumo de algas protege contra las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, la obesidad y la diabetes [7].

Asimismo, en estudios con animales se ha demostrado que las algas pueden influir positivamente en el tamaño y la diversidad del microbioma, y pueden aumentar la microbiota beneficiosa del intestino [9]. De funcionar del mismo modo en el caso de las personas, esto último podría ser particularmente interesante para fomentar la salud y quizá evitar la aparición de enfermedades.

 

La digestión de algas

La mayoría de los polisacáridos que se encuentran en las algas marinas se consideran fibras alimentarias. Así que resisten a la digestión que llevan a cabo las enzimas digestivas y llegan sin digerir al intestino grueso. Allí se fermentan y se convierten en una fuente de alimento para las bacterias comensales, lo que estimula su crecimiento [6]. Las bacterias comensales desempeñan un papel importante en la protección contra los gérmenes patógenos [10], con lo que contribuyen al sistema inmunitario.

Con la fermentación de polisacáridos se forman ácidos grasos de cadena corta. Los ácidos grasos de cadena corta sirven de fuente de energía tanto para el intestino como para el huésped (humano o animal) al completo [11]. De este modo, las bacterias intestinales aumentan la capacidad metabólica del huésped y hacen que las fibras alimentarias no digeribles se puedan digerir y puedan contribuir a satisfacer las necesidades energéticas generales. Se calcula que esto representa cerca del 10 % de las necesidades energéticas diarias de las personas [12].

 

Los efectos de las algas en el microbioma

Diversas investigaciones sugieren que comer algas puede tener un efecto positivo en el microbioma [9]. Con ello puede producirse una interacción mutua entre las algas y el microbioma. Para digerir las algas, el huésped necesita el microbioma, y el tamaño y la composición de este mismo microbioma se ven afectados por las algas.

Las bacterias que pueden digerir los polisacáridos pertenecen a los grupos Bacteroides, Bifidobacterium, Ruminococcus, Roseburia, Facealibacterium, Anaerostides y Coprococcus. Una dieta compuesta principalmente por productos de origen animal provoca una desaparición casi completa de las bacterias capaces de digerir los polisacáridos [7]. Para poder digerir las algas, entre otras cosas, el huésped debe asegurarse de que al menos una parte de su dieta esté compuesta por polisacáridos, entre ellos verduras y algas marinas. Si no ha consumido estos alimentos durante un largo periodo de tiempo, incorporar grandes cantidades de los mismos podría causar problemas digestivos en el intestino. En tal caso, lo mejor es aumentar esta ingesta de forma muy gradual, para darle la oportunidad al microbioma de recuperarse y para que aumente la cantidad de bacterias que pueden digerir dichos alimentos.

Diversos estudios in vitro y en animales muestran que, en la mayoría de los casos, añadir algas pardas o un extracto de polisacáridos de algas pardas aumenta la producción de ácidos grasos de cadena corta y el crecimiento de algunas bacterias beneficiosas, como Lactobacillus, Bifidobacterium o Faecalibacterium. El uso de algas rojas o de un extracto de polisacáridos de algas rojas aportó un resultado similar. Se vio un aumento de Lactobacillus y Bifidobacterium, mientras que se redujo el crecimiento de bacterias potencialmente patógenas. Las limitadas investigaciones realizadas con algas verdes parecen concluir que estas tienen un efecto similar en el microbioma [7].

 

Es necesario seguir investigando

Hasta ahora, los estudios sobre la influencia de las algas marinas en el microbioma solo se han realizado in vitro y en animales, pero no en personas. Una investigación in vitro no puede recrear al completo la complejidad del intestino humano [13]. En el caso de los estudios en animales, se debe tener en cuenta que tanto el microbioma como la dieta y el metabolismo de los animales son diferentes a los de los humanos [7]. A causa de estas limitaciones, todavía no es posible sacar conclusiones de peso sobre el efecto de los polisacáridos de las algas en el microbioma humano.

 

Conocimientos en la práctica

A pesar de estas limitaciones a la hora de obtener conclusiones de peso, los resultados de las investigaciones dan esperanza y parecen aportar una justificación suficiente para recomendar a su paciente que añada distintos tipos de algas a su dieta. En especial si, por ejemplo, un análisis de heces muestra que existe una disbiosis en el intestino con una escasez de Lactobacillus, Bifidobacterium o Faecalibacterium. Asimismo, si se trata de una dieta que consiste principalmente en productos de origen animal, puede ser recomendable añadir algas de forma prudente a la alimentación para propiciar un cambio positivo en el microbioma.

Debido a la concentración de yodo relativamente elevada presente en los distintos tipos de algas conocidos, esta recomendación de comer más algas debe contemplar la posibilidad de ingerir un exceso de yodo, especialmente si se padece hipertiroidismo o se quiere evitar su desarrollo. Por este motivo, se recomienda que los alimentos ricos en yodo, como las algas, se incorporen a la dieta en pequeñas cantidades. También es importante alternar entre algas más y menos ricas en yodo.

Fuentes

1.        seaweed | Definition, Types, & Facts [Internet]. Encyclopedia Britannica. [geciteerd 19 mei 2021]. Beschikbaar op: https://www.britannica.com/science/seaweed

2.        Charoensiddhi S, Conlon MA, Franco CMM, Zhang W. The development of seaweed-derived bioactive compounds for use as prebiotics and nutraceuticals using enzyme technologies. Trends Food Sci Technol. 1 december 2017;70:20–33.

3.        Jiménez-Escrig A, Sánchez-Muniz FJ. Dietary fibre from edible seaweeds: Chemical structure, physicochemical properties and effects on cholesterol metabolism. Nutr Res [Internet]. 2000; Beschikbaar op: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0271531700001494

4.        Cian RE, Drago SR, Sánchez de Medina F, Martínez-Augustin O. Proteins and Carbohydrates from Red Seaweeds: Evidence for Beneficial Effects on Gut Function and Microbiota. Mar Drugs. 20 augustus 2015;13(8):5358–83.

5.        Fleurence J. Seaweed proteins: biochemical, nutritional aspects and potential uses. Trends Food Sci Technol. 1 januari 1999;10(1):25–8.

6.        de Jesus Raposo MF, de Morais AMMB, de Morais RMSC. Emergent Sources of Prebiotics: Seaweeds and Microalgae. Mar Drugs [Internet]. 28 januari 2016 [geciteerd 20 mei 2021];14(2). Beschikbaar op: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4771980/

7.        Lopez-Santamarina A, Miranda JM, Mondragon A del C, Lamas A, Cardelle-Cobas A, Franco CM, e.a. Potential Use of Marine Seaweeds as Prebiotics: A Review. Molecules [Internet]. 24 februari 2020 [geciteerd 19 mei 2021];25(4). Beschikbaar op: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7070434/

8.        Yeh TS, Hung N, Lin T. Analysis of iodine content in seaweed by GC-ECD and estimation of iodine intake. J Food Drug Anal. 1 juni 2014;

9.        Yang C-F, Lai S-S, Chen Y-H, Liu D, Liu B, Ai C, e.a. Anti-diabetic effect of oligosaccharides from seaweed Sargassum confusum via JNK-IRS1/PI3K signalling pathways and regulation of gut microbiota. Food Chem Toxicol Int J Publ Br Ind Biol Res Assoc. september 2019;131:110562.

10.      Jüngen IJD, Zaagman-van Buuren MJ. 3 Medische microbiologie. Alg Ziekteleer. 2007;56–90.

11.      den Besten G, van Eunen K, Groen AK, Venema K, Reijngoud D-J, Bakker BM. The role of short-chain fatty acids in the interplay between diet, gut microbiota, and host energy metabolism. J Lipid Res. september 2013;54(9):2325–40.

12.      Bergman EN. Energy contributions of volatile fatty acids from the gastrointestinal tract in various species. Physiol Rev. april 1990;70(2):567–90.

13.      Fehlbaum S, Prudence K, Kieboom J, Heerikhuisen M, van den Broek T, Schuren FHJ, e.a. In Vitro Fermentation of Selected Prebiotics and Their Effects on the Composition and Activity of the Adult Gut Microbiota. Int J Mol Sci [Internet]. 10 oktober 2018 [geciteerd 20 mei 2021];19(10). Beschikbaar op: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6213619/