Para bebés y niños pequeños es importante elegir un probiótico en el cual la composición está específicamente adaptada a ellos. En la categoría de esta edad, la flora intestinal difiere considerablemente de la de los adultos y principalmente comprende bifidobacteria. Bifidobacteria infantis es particularmente importante; esta es la cepa bacteriana más prominente en los recién nacidos. Cuando una cesárea se lleva a cabo, el bebé no obtiene ninguna bacteria de la flora vaginal de la madre, potencialmente resultando en una menor resistencia [1]. Esto es evidente en la composición de la flora intestinal en los bebés que nacen mediante cesárea y bebés que no son amamantados tienen menores cantidades de bacterias favorables y mayores niveles de bacterias desfavorables.
(Clostridium difficile and Escherichia coli) [2].
Alergias, trastornos de la piel alérgica, hipersensibilidad a los alimentos, asma y otros numerosos trastornos en el sistema inmunológico están estrechamente relacionadas con el desarrollo de la flora intestinal. Debido a que un bebé no tiene completamente aún desarrollado el sistema de defensa, está expuesto a sufrir alergias durante los primeros meses de vida. Si durante el embarazo la mujer toma probioticos, los cuales contienen bifidobacterias infantis, esta cepa microbiana puede que se transfiera al bebé. La lactancia materna proporciona al bebé un suministro continuo de flora favorable. Según van creciendo los niños, más cepas de ácido láctico (Lactobacillus) se encontrarán en la flora intestinal, como resultado de la modificación del sistema inmunológico. Para una descripción general de la acción de los probióticos, se hace referencia a la información general sobre los probióticos.