En nuestro anterior boletín pudiste leer más sobre lo que hay que hacer y lo que no en la alimentación para unas articulaciones sanas. ¿Pero qué pasa si ya se ha producido daño en las articulaciones? En este artículo te contamos más sobre suplementación específica para molestias articulares.
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Nuestra alimentación actual ya no se parece a la de nuestros ancestros. Debido a la agricultura intensiva, muchos cultivos poseen menos magnesio, calcio y otros minerales importantes en comparación con las variantes salvajes. Además, el comercio global hace que comamos entre un 10% y un 20% menos variado que nuestros ancestros, que comían cientos de hierbas y plantas diferentes cada año (Serban, 2008). Por eso en nuestra dieta faltan también muchos antioxidantes y sustancias buenas para el sistema inmune. ¿Pero por qué esto es importante para las articulaciones?
La mayoría de molestias y patologías de las articulaciones tienen su origen en las inflamaciones de bajo grado y la carga oxidativa. La suplementación con sustancias naturales e idénticas a las naturales pueden suplir bien estas deficiencias, por lo que está indicada para la óptima salud del aparato locomotor. Además, la suplementación específica tiene una serie de efectos muy positivos sobre cuadros clínicos como la artritis reumatoide, la artrosis, la gota y la fibromialgia.
La glucosamina ayuda en caso de artrosis de la rodilla. Esta sustancia es un componente precursor de los proteoglicanos. También estimula la producción de líquido sinovial. Sin embargo, necesita que haya suficiente cartílago en el que integrarse, por lo que cuanto más haya desaparecido ya, peor puede realizar su trabajo la glucosamina. Una investigación publicada en The Lancet demuestra que, en comparación con un placebo, una suplementación diaria de 1500 mg de glucosamina durante tres años resulta en un menor avance del dolor, la rigidez y las limitaciones físicas en caso de artrosis de la rodilla (Reginster, 2001). No obstante, no tiene ningún efecto sobre el proceso inflamatorio que subyace a ella. La sustancia UC-II sí lo tiene.
UC-II es la denominación abreviada del colágeno no desnaturalizado tipo II. Mejora tanto los procesos inflamatorios subyacentes a la artritis reumatoide y la artrosis como los síntomas que las acompañan (Bagchi, 2002). La interacción con las placas de Peyer en el tejido linfoide asociado con el intestino (GALT, en sus siglas en inglés) trae como consecuencia un sistema inmune hiporreactivo, lo que hace aumentar la intensidad del dolor en las articulaciones.
Las placas de Peyer son un cúmulo de células inmunes embebidas en el epitelio intestinal. Allí neutralizan organismos patógenos y proteínas. El UC-II es fagocitado en este lugar, lo cual estimula la producción de linfocitos T reguladores. Estos, a su vez, segregan TGF-beta e IL-10, que son transportados por la sangre y la linfa hacia las articulaciones. Esto favorece una respuesta sana del sistema inmune y hace que al final los condrocitos vuelvan a producir colágeno y proteoglicanos en lugar de las citocinas que favorecen la inflamación. Además, los linfocitos T reguladores llegan incluso a contribuir al restablecimiento. Por consiguiente, cuando se administra UC-II junto con glucosamina, se abordan tanto las causas (inflamación) como las consecuencias (daño) de esta problemática.
El mejillón de Nueva Zelanda es especial porque es uno de los pocos alimentos con glucosamina que podemos comer directamente. Además, es un inhibidor de las enzimas 5-LO y COX-2, que convierten el omega 6 (ácido linoleico, ácido araquidónico) en sustancias proinflamatorias. El mejillón de Nueva Zelanda inhibe las enzimas COX-2 y 5-LO, liberándose así menos sustancias inflamatorias (McPhee, 2007). Para ello hacen falta tales dosis que la mejor manera de obtenerlas es a partir de un extracto.
Por otra parte, el mejillón de Nueva Zelanda no es adecuado en caso de gota, porque produce ácido úrico que puede depositarse en forma de cristales en las articulaciones, lo cual agrava los síntomas de la gota.
La condroitina es parte de la matriz cartilaginosa, y es producida por los condrocitos. Es uno de los componentes principales del tejido cartilaginoso, y contribuye a la resistencia a la presión. Cuando desaparecen los condrocitos, baja la producción, lo cual ocurre, por ejemplo, al envejecer. El cartílago animal es la fuente natural más importante, pero no se come dentro del patrón alimentario occidental actual, por lo que es indispensable la suplementación.
La recomendación de consumo de pescado solo es seguida por el 14% de la población holandesa (CBS, 2015). Por tanto, es de suponer que la mayoría de las personas carecen de EPA y DHA suficientes para producir las resolvinas que pueden desactivar la inflamación. Además, los ácidos grasos omega 3 contribuyen a un mejor equilibrio entre el omega 3 y el omega 6. Esto sigue siendo importante cuando ya están presentes los problemas articulares.
La astaxantina inhibe tanto las inflamaciones como los radicales libres. Es un superantioxidante responsable del color rosado, por ejemplo, de las gambas, el krill y el salmón. Resulta ser capaz de regular por disminución las inflamaciones de bajo grado (Lindsey, 2013). No afecta al COX-1 ni al COX-2, pero tiene propiedades reguladoras más generales. El dolor articular tarda entre dos y cuatro semanas en remitir, lo mismo que tardan en aumentar la fuerza y la movilidad.
Con las indicaciones y el funcionamiento de Curcuma longa se puede llenar una biblioteca entera. Aquí solo trataremos su efecto en caso de artritis reumatoide. En el reúma tiene un papel principal el factor de transcripción NF-kB, la sustancia que transcribe las citocinas proinflamatorias del ADN. Gracias a su efecto inhibitorio sobre el NF-KB, la cúrcuma puede frenar tanto la fase crónica como la aguda del reúma (Funk, 2006). Además, se ha demostrado que Curcuma longa es tan eficaz como los antiinflamatorios no esteroideos (aspirina, ibuprofeno, diclofenaco) para el tratamiento del dolor, la hinchazón y la rigidez matutina tan característica de la artritis reumatoide.
Las vitaminas C y E son antioxidantes que el cuerpo necesita para frenar los radicales libres que pueden contribuir al daño articular. Un bajo nivel de antioxidantes es un factor de riesgo para la artritis reumatoide (Heliovaara, 1994). Especialmente un nivel bajo de vitamina C puede ocasionar problemas: aumenta la probabilidad de poliartritis en un 300%.
Las probabilidades de desarrollar problemas en las articulaciones es mayor cuando hay deficiencia de vitamina D (Jeffery, 2016). Sobre todo en mujeres con artritis reumatoide, se detectan bajos niveles de vitamina D en sangre. Y cuanto más graves son los síntomas, mayor el déficit. También sucede que cuanto más lejos del ecuador se viva, mayor es la probabilidad de padecer artritis reumatoide. En general, las personas con artrosis de rodilla sufren más dolor y menos movilidad a concentraciones más bajas. También es más rápido el agravamiento de los síntomas cuando hay deficiencia de vitamina D.
En nuestro siguiente boletín te contaremos más acerca de la importancia para las articulaciones de un buen equilibrio ácido-base.
Podrás encontrar más información y el listado de fuentes de este artículo en nuestro libro blanco “Prevención y tratamiento integrales de las molestias articulares ”.