Nuestra alimentación actual no está adaptada a nosotros. Junto con la falta de ejercicio, es una de las causas más importantes del síndrome metabólico: la combinación de sobrepeso, colesterol elevado, altos niveles de triglicéridos, alta glucemia en ayunas e hipertensión. La siguiente revisión demuestra qué dieta es la que sí está adaptada a nosotros.
Los investigadores reunieron datos de cuatro estudios clínicos aleatorizados en los que se comparaba la paleodieta con otros patrones alimenticios. En ellos se había seleccionado a 159 personas que tenían entre una y cinco características del síndrome metabólico. Los cuatro grupos de control siguieron las recomendaciones alimentarias habituales, comiendo poca grasa y mucha fibra procedente de cereales.
Esta investigación reveló que a corto plazo la paleodieta mejora más el síndrome metabólico que las recomendaciones dietéticas habituales. El contorno de cintura fue varios centímetros menor, los triglicéridos se redujeron más, la presión sanguínea fue varios puntos más baja, hubo menos colesterol y los valores glucémicos fueron mejores.
Previamente ya se había demostrado con mujeres postmenopáusicas que la paleodieta era mejor para la salud a largo plazo. En comparación con una dieta nórdica, con la paleodieta se registró una mayor reducción de la masa adiposa, la grasa abdominal y el contorno de cintura. También bajaron mucho más los niveles de triglicéridos en la sangre.
La paleodieta se compone principalmente de carne magra, tanto roja como blanca, pescado (azul), huevos, verduras, frutos secos, fruta, bayas y semillas. Gracias a ello, contiene menos hidratos de carbono y más proteínas, y posee una mejor relación entre los ácidos grasos omega 3 y omega 6.